Piratas aéreos

Como todo espacio carente de normas claras y de quien las haga cumplir, internet es una selva en la que acaba rigiendo la ley del más fuerte.

Las noticias falsas florecen por doquier. Las redes sociales llevan tiempo siendo una de las principales fuentes de desinformación a nivel planetario.

Hemos llegado a un punto -con los desarrollos de la inteligencia artificial- en el que imágenes y voces pueden manipularse hasta hacernos confundir lo real y lo virtual.

Un nutrido ejército de delincuentes envía enlaces con los que infectar o secuestrar nuestros equipos, suplanta personalidades, o clona páginas de bancos y empresas para hacerse con las claves y saquear nuestras cuentas y tarjetas.

Y también están -¡ay!- las compañías perfectamente legales que aprovechan los agujeros de internet para cometer todo tipo de abusos. La impunidad con la que actúan es difícil de digerir.

Las pasadas navidades nos fuimos a pasar una semana a Fuerteventura. Compré a Vueling un vuelo de ida y vuelta desde Bilbao para dos personas por 959,96 euros.

El caso es que, después de tres días en la isla, nos vimos obligados a adelantar el regreso. Como ya tenía el vuelo contratado, traté de modificar la reserva. Por internet, por supuesto, que Vueling no tiene oficinas físicas. Aparecían diferentes opciones para anticipar la vuelta, cada una con su precio marcado. Elegí una de ellas, por menos de 500 €, ese importe aparecía. Lo que ponía en la pantalla final era -más o menos, mi memoria no es fotográfica- lo siguiente:



Bilbao Fuerteventura           489,55 euros  
          
Fuerteventura Bilbao           482,83 euros
       
             Total                       972, 38 euros.

¿Cómo debe interpretarse esta información? ¿Se os ocurre? ¿Acertaríais la solución?

Por mi parte, con la ingenuidad que me caracteriza, pensé que era el viaje al completo, ida y vuelta. Ni siquiera se me pasó por la cabeza que pudiera caber otra explicación, dado que entre los precios figuraba el de un vuelo pasado de fecha (imposible de repetir, digo yo, a no ser que Vueling cuente con un túnel del tiempo) y que se detallaba el importe de la vuelta. Creí que, en base a las cantidades que aparecían en la pantalla, me reintegrarían una parte sustancial del primer pago (los 959,96 euros) una vez descontada la penalización por el cambio. Así que, sin darle demasiadas vueltas, le di al clic para aceptar el pago.

Y sucedió, claro, lo que ya habréis supuesto: el segundo cobro se sumó en su totalidad al primero, completando la bonita cifra de 1.932,34 euros. El precio del viaje más que duplicado en un clic. La magia de la tecnología.

Vale, soy un pardillo, un incauto, un inocente, un… Mirando hacia atrás, no me explico cómo no comprendí desde el principio que cuando el tiburón cierra las mandíbulas no suelta nunca la presa.

Acepto mi ingenuidad. Pero… ¿qué significaba entonces el importe del viaje de vuelta que figuraba en la pantalla -unos 482,83 euros-? ¿Tendría que haber deducido que en realidad lo que me cobraba Vueling por ese trayecto eran 1.451,42 euritos de nada y aplaudir su magnanimidad al descontarme 479,88 del viaje anteriormente contratado? ¿No tienen la obligación de que aparezca al detalle lo que estás pagando?

¿Y cómo llamamos a que figure por escrito una cantidad y te cobren luego casi cuatro veces más? ¿Trampantojo? ¿Desliz informático? ¿Información manipulada? ¿Engañabobos? ¿Anzuelo para incautos? ¿Fraude puro y duro? ¿Estafa?

Les he solicitado de mil modos y maneras que me remitan el contenido exacto de la página en la que les di la autorización. Silencio absoluto. Debe de ser secreto de estado. No me extraña que se nieguen. Pero… ¿No tienen obligación de hacerlo? ¿Es legal la ocultación?

Es lo que tiene la informática, se cierra la pantalla y desaparece lo que allí estaba escrito. El contenido se disuelve en la nube de píxeles de la web como las lágrimas en la lluvia. Se esfuman las pruebas. Y, por supuesto, el dinero acaba en su bolsillo. Clic y punto final.

La machacona respuesta de repetir como único argumento que autoricé el pago –mea culpa-, el que tuviera que esperar ¡treinta y cinco días! hasta obtener respuesta… Hummm, sospecho que no soy el único primo que han encontrado.

Al final te acabas explicando el porqué de su insistencia en dirigirse a ti una y otra vez como estimado cliente. Te están tomando el pelo con un mensaje subliminal: es timado, cliente. Pues gracias por avisar.

Bueno, con este desagradable incidente he aprendido un par de cosas. La primera: que esto hubiera sido imposible en una compra presencial, así que en internet hay que andarse con mil ojos. La segunda: que también hay una modalidad de pirata aéreo de guante blanco; y que es una desgracia topar con ellos.

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