Rescates



Vive en la casa de enfrente
una mujer muy anciana,
seca ya por los años,
arrugada en mil inviernos,
con la carne consumida
a dentelladas del tiempo.
Alienta terca la vida,
un frágil hilo resiste
a la erosión del ayer.

Por las tardes,
si el sol llega a su ventana
acude fiel al encuentro.
Llevan su silla de ruedas
hasta el estrecho balcón
y junto a la barandilla
le alcanzan algunos rayos
que templan su sangre fría.
Se esponja con la caricia
que le calienta los huesos
y se dibuja en su rostro
quizá el rastro de un recuerdo
de aquello que convinimos
en llamar felicidad.

Ella misma se sorprende
del instante de dulzura
y me mira
y me sonríe.

De la devastación cotidiana
me rescata esa sonrisa.


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