
Como voy a comentar un tema -una anécdota, si se quiere- que no ha merecido excesivo espacio en los medios de comunicación, os resumo en unos párrafos lo sucedido.
El colectivo Teatro Sin Papeles montó un espectáculo titulado Esas Latinas. Según la sinopsis del grupo, una obra de teatro social creada, escrita, dirigida y representada por mujeres migrantes de diferentes territorios de Abya Yala.
Aclaro, por si las moscas, que Abya Yala es el nombre que ciertos sectores dan al continente americano, porque consideran que el término América -de uso generalizado desde hace más de cinco siglos- es colonialista. Sin papeles, teatro social, obra exclusivamente de mujeres, migrantes, Abya Yala… el propio lenguaje utilizado marca la identidad ideológica del colectivo. Subrayado y en negrita, diría yo.
Por si quedara alguna duda, nos explican que Esas Latinas busca visibilizar y denunciar las múltiples violencias, la vulneración de derechos y las situaciones de discriminación que las mujeres migrantes viven en España. Un teatro, por tanto, de combate, militante, que busca impacto y eco social. Una orientación muy extendida en la actualidad por todas las ramas de la cultura.
Arte de denuncia es una etiqueta. Nombra una tendencia en las creaciones artísticas que propugna utilizar el arte con una finalidad trascendente. No es un marcador de calidad. Las obras realizadas con esos propósitos pueden ser buenas, malas o regulares. Pueden estar bien hechas y ser interesantes. Y son un pestiño -con perdón- cuando, sin ser una parodia, lo reducen todo a una lucha estereotipada entre buenos y malos o nos largan sermones desde la superioridad de quien cree poseer toda la verdad. La buena voluntad no produce automáticamente buen arte. Por desgracia.
El caso es que Esas Latinas fue representada en algunas salas más o menos alternativas de Barcelona. Y luego el Ayuntamiento de esa ciudad decidió incluirla en la presentación del Informe del Observatorio de las Discriminaciones de Barcelona 2024. Entonces llegó el escándalo.
Resulta que en la obra se incluye una escena en la que el médico o el personal de las oficinas de extranjería se niegan a atender en castellano a una mujer latina y le exigen que hable en catalán. Para Teatro Sin Papeles, al parecer, una forma de discriminación digna de ser denunciada.
Desconozco si la anécdota está basada en algún hecho real y si, en caso de ser así, es puntual o responde a comportamientos generalizados. Puedo comprender que alguien se llegue a sentir molesto -depende mucho del contexto y las formas- si le exigen utilizar un idioma que desconoce. Como también comprendo que se pueda sentir ofendido un catalanohablante al que su médico atiende en castellano por desconocer el catalán. Las lenguas y su uso tocan muchas fibras sensibles. Razón de más para que sea conveniente oír con serenidad a las partes y escuchar sus razones, por débiles que nos parezcan. Algo muy complicado en los tiempos que corren, en los que todo el mundo parece tener la piel muy fina y se ofende con una facilidad pasmosa.
La caja de los truenos la desató la Plataforma per la Llengua. Inmediatamente se fueron sumando partidos como Junts, los Comuns, ERC o la CUP. Burla, ataque a los derechos lingüísticos de los catalanoparlantes, grave distorsión de la realidad, ofensivo para los voluntarios lingüísticos… Acció Cassandra, unos abogados nacionalistas, lo ha considerado delito de odio y lo ha denunciado a la fiscalía. Vamos, que el sketch les ha parecido deplorable, intolerable incluso. No desde su valor artístico -del que nadie se ha molestado en decir ni palabra-, sino desde su carga ideológica. La pescadilla que se muerde la cola: una obra que se crea para denunciar acaba siendo denunciada.
Con todo, lo que me ha resultado más llamativo de la polémica son las explicaciones y disculpas dadas por el Ayuntamiento de Barcelona por boca de su teniente de alcaldía del área de Derechos Humanos. La responsable, además de pedir disculpas (¡por una obra ajena!) y afirmar que no comulgamos en absoluto con las manifestaciones que se vertieron, asumió el error de no haber supervisado el contenido de esa representación.
El Ayuntamiento de Barcelona, cualquier ayuntamiento, tiene derecho a presentar sus informes y decir en ellos lo que crea conveniente. Por supuesto, faltaría más.
Invitar a esos actos a grupos de la sociedad civil o del mundo de la cultura viste mucho. Da un barniz de apertura, de abrir cauces a la participación directa de la gente. Tiene también sus riesgos y cada institución debe decidir si los asume o no. En el caso que nos ocupa, supongo que el marcado perfil ideológico de Teatro Sin Papeles les parecería suficiente garantía. Pero.. ¿de dónde les viene el derecho de supervisar lo que un colectivo teatral va a representar? ¿El que paga manda? ¿Hablamos, acaso, de una suerte de censura previa?
Convendría saber qué quieren decir exactamente cuando hablan de supervisar. ¿Comprobar antes de contratarlo si los cánones ideológicos del colectivo coinciden con los de quienes dirigen la institución? ¿Certificar que las denuncias que plantean -el objetivo explícito de Esas Latinas– están incluidas en el catálogo de lo que esas fuerzas vivas consideran denunciable?
Una anécdota, un buen puñado de temas para la reflexión.