
Marché sembrando palabras por caminos ignorados. Diseminé las semillas por escondidos rincones. Quería que con el tiempo echaran raíces firmes, que dejaran de ser ecos y hablaran con propia voz. No regresé, por si acaso, a los antiguos senderos, no quise tener constancia de si la siembra arraigó. No volvieron con el viento, no las devolvió el cartero… Así que, si me decido, tendré que ir a la oficina de las palabras perdidas.