Mientras duró, fue bonito, hasta el final tu dulzura. Siempre fue así tu carácter, huyes de palabras duras. Perdóname si te digo que no estuviste a la altura. Sabes que tengo diabetes y tendencia a la gordura… Muy dulce, pero olvidaste que no tolero el azúcar.
II- Lo siento. La culpa es mía
Lo siento, la culpa es mía. ¡Se acabó, menudo palo! Agradezco tu intención de adjudicarte el fracaso. Pero me parece injusto que me absuelvas: no soy santo. ¿No sería razonable equilibrar el reparto? ¿Si compartimos la culpa, regresarás a mi lado?
III- Hasta luego, Lucas
Me soltaste de un tirón: ¡Me voy hasta luego Lucas! y me dejaste confuso, fueron palabras oscuras. ¿Por qué dijiste hasta luego si en verdad era hasta nunca? Además me importa un bledo si el tal Lucas no te gusta. Pero si yo soy Andrés… ¿por qué te diste a la fuga?
IV- No hay más cera que la que arde
No hay más cera que la que arde, dijiste antes de marchar. Me lo largaste crecida, es tu vida, tú sabrás. Solo puedo reprocharte que antes debiste avisar. Hubiera comprado velas en la justa cantidad para que tu amor pudiera arder en la eternidad.
V- Tú en tu casa, yo en la mía
Tú en tu casa, yo en la mía. ¿Una orden? ¿Un conjuro? Compramos el piso a medias, difícil levantar muros. Pide el noventa por ciento que te lo cedo, seguro. Me conformo con la entrada, lo demás es todo tuyo. (O escalas por la ventana o duermes en el felpudo).