
Viajo en el metro. El vagón, diáfano, me permite una amplia panorámica.
Veo todo tipo de gentes, de diversas edades, distintos sexos, variados colores de piel, que pertenecerán -a juzgar por su apariencia- a diferentes clases sociales… Una buena muestra de la especie humana afanándose por acudir al trabajo, al centro de estudios, a la cita con la diversión, al encuentro con algún amigo…
Veo señores de traje y corbata -oficinistas o vendedores probablemente- con ínfulas de ejecutivos agresivos; una señora con velo que lleva consigo a una niña de unos cinco años; dos jovencitos con el pelo cortado a parcelas y los pantalones caídos, exhibiendo sus hechuras de malotes; tres trabajadores vestidos con monos azules, uno de ellos con enormes manchas de grasa que no han hecho desaparecer los sucesivos lavados; varias mujeres de diversas edades -y tonalidades de pelo- acarreando bolsos y bolsas; tres chicas adolescentes luciendo sus ombligos juveniles adornados con piercings; un anciano al que nadie ha cedido el asiento y se apoya contra un lateral del vagón tratando de mantener el equilibrio y la dignidad; unos cuantos estudiantes cargando mochilas; una mujer de piel oscura envuelta en una túnica de vivos colores… Gentes muy diversas. Distintas por su aspecto, su edad, su condición social…
Pero, eso sí, todas ellas, sin excepción alguna, viajan colgadas del móvil. Otro dato que subraya, para bien y para mal, la unidad básica de los seres humanos.
Avanzando, todos a una, en la migración hacia lo virtual, hacia un universo etéreo donde podremos cumplir cualquier deseo y satisfacer hasta el último capricho. Donde estaremos bien arropados entre los nuestros y nos animaremos a atizarle con saña al enemigo. Migrando colectivamente hacia un universo fluido, sin restricciones, sin fronteras, sin limitaciones físicas ni cortapisas, en el que nos está permitido elegir, incluso, la apariencia de nuestros cuerpos -¡la eterna juventud!- o el sexo.
Así viajamos hoy en día, encerrado cada cual en su propio paraíso de bolsillo. Migrando hacia un mundo feliz.