La Polla de los antivacunas

Por si alguno no lo supiera, La Polla Records fue un grupo punki de los años 80. Formó parte del llamado Rock Radical Vasco, esa potente ola que arrasó entre la juventud vasca en aquella década de derrumbe industrial y crisis salvaje.

El movimiento punk nos llegó desde la Gran Bretaña de Margaret Thatcher y enseguida echó raíces entre nosotros. Fue el grito rabioso de unos jóvenes sin futuro. Ya no funcionaban los mecanismos de integración social. Estaban condenados al paro y la precariedad. Los habían dejado en la puta calle y reaccionaron rechazando visceralmente todo lo establecido. Se armaron de un lenguaje grosero y directo, una estética feísta y provocadora, una agresividad que lindaba con la violencia… Vale, los excluían, pero no iban a callarse, ya se encargarían de joder lo más posible. ¡Cuidado con nosotros!

Los grupos musicales fueron una de las principales banderas del movimiento y sus conciertos las ceremonias que reunían a la tribu. Descargas colectivas de energía.

La lista de bandas de aquella época sería interminable. Florecieron por centenares. Entre mis preferidas, Hertzainak o, en algunas canciones, Zarama. Y puestos a arremeter contra todo, resultaba demoledora la brutalidad de Cicatriz o la pulsión destructiva de Escorbuto, tan auténticos que se destruyeron a sí mismos en unos pocos años. Barricada, rockeros al fin y al cabo, eran otra cosa.

Lo que caracterizó a La Polla fueron sus temas directamente políticos, panfletarios casi siempre, que atacaban con contundencia al poder, la banca, la iglesia, la policía, las multinacionales, los políticos… Como cantaban en castellano y sus estribillos eran puñetazos, fueron los que lograron mayor éxito global.

Que, cuarenta años más tarde, La Polla Records haya organizado una gira de despedida no llama demasiado la atención. Lo han hecho grupos de todos los colores y tendencias. ¿Quién no tiene facturas que pagar? A nadie le viene mal sacar unas perrillas a cuenta de la nostalgia. Y también se puede ser nostálgico del anti-todo.

Encaja ver a un adolescente -con cresta de colores, vestido de cuero y cargado de chatarra- dando brincos sobre el escenario y vociferando contra la sociedad. Está en su papel. El pensamiento en blanco y negro concuerda con la sed juvenil de claridad y certezas. El conmigo o contra mí refleja su necesidad de pertenencia grupal. Todavía tiene escaso recorrido para haber podido comprobar en sus propias carnes que la toxicomanía no es precisamente un horizonte vital acogedor.

Que alguien con cuarenta años más siga gritando lo mismo…  Bueno, cada cual sabrá qué impresión le produce. Hay adolescentes perpetuos. Envejecer, envejecemos, pero madurar…

El caso es que La Polla Records actuó en el Buesa Arena de Vitoria en su gira de despedida. Las fotos del concierto nos muestran una multitud apretujada en un local cerrado, casi todos sin mascarillas. En los años salvajes, las actuaciones de grupos punk solían ir acompañadas de un diluvio de escupitajos. Los músicos acababan blancos de saliva y no se privaban de responder lanzando sus gargajos sobre las entusiastas primeras filas. Un bestial intercambio de fluidos. Como ninguna crónica lo recoge, supongo que esta vez se ahorraron el masivo lanzamiento de esputos, no sé si por tibieza o porque lo consideraron un exceso en medio de la sexta ola de la pandemia.

Lo que sí hicieron los de La Polla fue ceder el escenario para que dos mujeres leyeran un manifiesto antivacunas.

Uno está más que harto de oír expresiones del tipo de es mi opinión o es que yo lo veo así. La levedad de la posmodernidad. No. Que las vacunas han sido el instrumento sanitario que ha salvado más vidas humanas -por millones- a lo largo de la historia es un dato comprobado e irrefutable. Basta con recordar qué ha sucedido con enfermedades como la polio, la viruela, la tuberculosis, el sarampión, el tétanos… Que se hayan desarrollado vacunas contra la covid con tanta rapidez es un hito científico. Y sobre su eficacia, parcial como la de cualquier otra vacuna, hay centenares de estudios e informes. Ser antivacunas es tan irracional como ser terraplanista o creer en la reencarnación.

La imagen de La Polla Records de la mano de los antivacunas ha provocado todo tipo de reacciones. En el propio concierto, nos cuentan, la respuesta de buena parte de los asistentes fue un sonoro abucheo.

Podría pensarse que lo sucedido se explica por el exceso de sustancias psicotrópicas consumidas, ningún cerebro puede soportar tanta marcha sin dar señales de fatiga.

Pero también se puede establecer una línea de continuidad con La Polla de siempre. No es bueno hacer de una movida cultural y estética un sistema de pensamiento. Menos aún cuando los mensajes se basan en el maniqueísmo, en el nosotros contra ellos, en la división radical entre buenos y malos. No conviene olvidar que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.

La Polla ha sido un estandarte del enfrentamiento radical contra el poder y toda institución. Contra los gobiernos, la Organización Mundial de la Salud, las grandes farmacéuticas… Los malos son tan malos que cualquiera que los haga frente pasa a ser automáticamente de los nuestros.

Una visión tan simplista, tan poco reflexiva, nos puede arrastrar con facilidad hacia terrenos pantanosos. Consideramos el Capitolio como la encarnación de todo mal. Así que cualquier día nos animamos: nos ponemos unos cuernos de búfalo, nos cubrimos de pieles, nos pintamos la cara de colores y nos lanzamos a asaltarlo. ¡Es la polla!

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