Sumar

En la escuela, siendo aún muy niños, nos enseñaron a sumar. Era la primera de las cuatro reglas, una operación matemática elemental: juntar, añadir, reunir, agrupar… fácil de entender y de practicar incluso para una mente infantil.

Luego fuimos creciendo, y comprobamos que, en muchas ocasiones, no resultaba tan sencillo. Que la suma y la resta eran, en realidad, la misma operación, porque había números negativos, los pobres. Y que en la vida cotidiana los intentos de agrupar no siempre funcionaban con la misma exactitud que en la aritmética. Ni mucho menos.

Sumar es el nombre que ha registrado Yolanda Díaz para su proyecto político. Al bautizarlo así está expresando, desde el inicio, su voluntad de unir, de aglutinar, al menos en el plano electoral, lo que, podríamos llamar -para entendernos- la izquierda de la izquierda.

No voy a entrar en las tensiones, tan poco edificantes, que ya ha sufrido ese posible espacio a la hora de presentar su candidatura a las elecciones andaluzas. Preferible pasar página. No pretendo erigirme en juez de nada. Además, me atrevería a decir que solo ha sido otro episodio más de la interminable sucesión de enfrentamientos en la izquierda de la izquierda.

En medios más o menos cercanos a esos círculos se trata de explicar lo sucedido como el fruto amargo de la lucha de egos, del afán de protagonismo, de los juegos de poder, de los celos, envidias y facturas pendientes.

A mí, la verdad, no me satisfacen demasiado esas explicaciones. No digo que no existan esas conductas: tendrán su peso, por supuesto. Pero ese tipo de pasiones -¡tan humanas!- se dan en todo grupo social, sea un club deportivo, una comunidad de vecinos o una asociación filatélica. Los conflictos entre personas no son fáciles de gestionar y, a veces, se enconan y estallan. Pero, ¿acaso no se da una marcada tendencia al enfrentamiento y la división en los entornos de la izquierda?

Un viejo chiste daba cuenta de esa atávica querencia al fraccionamiento. Se solía contar con los trotskistas como protagonistas, pero creo que podría generalizarse:

-¿Qué hacen dos izquierdistas en un ascensor?

-Constituirse en dirección y tendencia.

-¿Y tres?

-En dirección, tendencia y escisión.

Si aceptamos que en esos ámbitos existe una particular pulsión hacia la fragmentación -y me parece que lo confirman los hechos-, deberíamos preguntarnos por sus causas. Porque vienen de antiguo y siguen operando en la actualidad, también entre quienes prometían cambiar la manera de hacer política. Y para despejar dudas, bastaría con analizar lo ocurrido en los últimos años.

Lo dejo aquí. Escarbar en las ideologías, en la política vivida como religión y en las herencias del pasado sería muy largo y complejo. Si cada cual empezase a buscar sus propias respuestas, sería ya un paso adelante. Lo que ahora me interesa recalcar es que con estos mimbres -los que existen- está obligado a trabajar Sumar.

El proyecto pretende construirse alrededor de la figura de Yolanda Díaz. Las encuestas nos dicen que es la política mejor valorada por el conjunto del electorado. Ese capital político lo arriesga en el envite.

El prestigio de que goza Yolanda Díaz se lo ha ganado -creo yo- a base de demostrar capacidad de gestión, de propiciar el diálogo entre diferentes, de construir consensos. Ha ejercido el multilateralismo conjugando opiniones y visiones distintas. Ha huido del papel de predicadora que se limita a denunciar injusticias y reivindicar sus utopías. Por el contrario, se ha fajado con la realidad y sus límites, se ha embarcado en la complicada travesía de tratar de dar soluciones prácticas a los problemas. Ha elegido actuar, hacer. Acostumbra, además, a apoyar sus afirmaciones en datos -algo poco habitual entre los políticos actuales- y hasta las discrepancias con su socio mayoritario de Gobierno las ha expresado, en general, con menos estridencia y aristas que otros actores.

El proyecto de Sumar está por definir. Nos dicen que han abierto una fase de escucha. Supongo que eso tiene más bien que ver con acertar con el momento de lanzamiento oportuno. Hoy en día toda novedad política es generalmente bien recibida, pero luego se consume y se deteriora a la velocidad del rayo.

No sabemos -yo, al menos, no lo sé- en qué consistirá Sumar: cómo se articulará, el papel que jugarán las fuerzas políticas actualmente existentes, cuáles serán sus perfiles y ejes de trabajo… Poco han concretado hasta la fecha. Las afirmaciones que varias de sus protagonistas han hecho sobre los objetivos del proyecto son muy imprecisas: Hacer política de otra manera; liderazgos claramente femeninos; hacer de la política algo útil; un proyecto de país, es el comienzo de algo maravilloso; vamos a hacer política bonita…

Son palabras que expresan, más bien, un aparente estado de ánimo. Las ideas no son, desde luego, nada definidas. Ya veremos en qué se sustancian cuando entren en harina y precisen los contornos. Entonces sabremos a quién o qué se parece la alianza, lo que tiene de nuevo y lo que siguen pesando en ella los viejos esquemas.

El tiempo nos dirá cómo evolucionan las cosas. Para hacer un buen cesto hacen falta los mimbres adecuados y los precedentes no invitan precisamente al optimismo. Lo ocurrido en Andalucía, sin ir más lejos, no debería repetirse. Los resultados de las elecciones de allí son un aviso que tendrían que tomarse muy en serio todas las corrientes progresistas.

De que Sumar llegue a buen puerto depende que un considerable número de votos de izquierda se movilice en las urnas. Si fracasa, lo más probable es que esos sectores indecisos opten por la abstención.

No sumar es, seguramente, otra forma de restar. Por desgracia, la izquierda de la izquierda ha demostrado ser capaz de tropezar reiteradamente en la misma piedra. Veremos si lo evita esta vez.

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