
No creo que La conjura contra América (The Plot Against America, 2004) esté entre las novelas fundamentales de Philip Roth. No me parece, desde luego, a la altura de Pastoral Americana o Me casé con un comunista. Su argumento, sin embargo, mirado desde la actualidad más rabiosa, tiene una interesante lectura.
La conjura contra América se puede considerar una novela de historia alternativa, de esas que se interrogan sobre qué habría llegado a pasar si en lugar de lo que realmente sucedió hubieran ocurrido tales o cuales acontecimientos.
Los escritores no son profetas. En las obras que pronostican el porvenir -distópicas en la inmensa mayoría de los casos- se encuentran aciertos y errores. Lo que suelen reflejar en ellas, además, son los males del presente que vivió cada autor llevados hasta el extremo.
En el argumento de La conjura contra América se pueden encontrar paralelismos entre el tiempo en el que fue escrita -los años de Bush- y la historia alternativa que cuenta -situada en los comienzos de la Segunda Guerra Mundial-. Philip Roth, sin embargo, negó esa intención.
Las que sí son evidentes son las similitudes entre la historia que cuenta la novela y nuestro presente. Las semejanzas no son pocas ni menores. Por desgracia.
En la realidad histórica, las elecciones presidenciales de 1940 en los Estados Unidos fueron ganadas por Franklin Delano Roosevelt. Ganadas, además, por goleada, frente al candidato republicano Wendell Willhie. En la historia alternativa que propone la novela, al contrario, Roosevelt es derrotado en esas elecciones por el famoso piloto Charles Lindbergh.
Charles Lindbergh fue un personaje real, un piloto de aviación que se hizo sumamente popular en todo el mundo por ser el primero en atravesar el Atlántico sin escalas, volando en solitario desde Nueva York a París.
Declarado admirador de Hitler y de los postulados supremacistas del nazismo, asistió entre los invitados de honor a los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Fue recibido y condecorado por el mismísimo Fhürer. Ligero de lengua, llegó a afirmar que en ningún país europeo había observado que la gente gozara de libertad comparable a la que se disfrutaba en Alemania. Así, con un par.
A la vuelta a los Estados Unidos, se convirtió en uno de los principales activistas de la tendencia aislacionista -no intervencionista- que propugnaba mantenerse al margen de la guerra que se preparaba en Europa. Un mensaje de aparentes perfiles pacifistas, pero que blanqueaba la política agresivamente nacionalista de Hitler, subestimaba los peligros que suponía y contribuía a dejarle libre el camino. Lindbergh denunciaba que los únicos interesados en implicarnos en esta guerra son los británicos, los judíos y el Gobierno de Roosevelt. En esta labor de propaganda fue portavoz del comité Estados Unidos Primero (America First Committee), de ideología ultranacionalista.
Hay evidentes paralelismos entre Lindbergh, la persona real, y Donald Trump. Sin ánimo de ser exhaustivo y aprovechando lo dicho, se pueden señalar unos cuantos: la identificación del nazismo -en el caso de Lindbergh- o de los regímenes de ultraderecha autoritaria -en el de Trump- con la libertad; el ser ambos racistas y bocazas; el confundir agresores y agredidos, aplaudiendo a los primeros; ponerse la careta pacifista, mientras utilizan la violencia o defienden a quienes lo hacen… Y el fundamental: el ultranacionalismo. Las coincidencias entre el Estados Unidos primero de Lindbergh y el MAGA de Donald Trump son muy relevantes.
Separándose de la verdad histórica, en La conjura contra América Lindbergh gana las elecciones. Desde el poder, emprende una campaña de hostigamiento y persecución contra los judíos. Más tarde declara el estado de emergencia y va implantando un régimen cada vez más autoritario. Las alianzas reales de la Segunda Guerra Mundial se invierten y los Estados Unidos se convierten en aliados de Hitler…
En nuestros días, Donald Trump también ha ganado las elecciones. Se ha hecho realidad algo similar a lo que en la novela se planteó como historia alternativa.
Y, de nuevo, las medidas que ha ido tomando Trump tienen bastantes paralelismos con las que adopta Lindbergh en la obra. Las campañas contra los emigrantes irregulares se pueden comparar con la persecución a los judíos. Hay importantes diferencias, por supuesto, pero el mecanismo de fondo es el mismo: señalar a un enemigo exterior como causante de todos los males y cohesionar contra él a los tuyos. Trump ha declarado también la emergencia y desplegado la Guardia Nacional en diversas ciudades. Y qué decir de su simpatía por el nacionalismo belicista de Putin o su señalamiento de Europa -de la Unión Europea- como enemigo a batir. Un autoritario, amigo de regímenes autoritarios, como lo fue Lindbergh de Hitler.
En la novela de Philip Roth -recrea los años 40 del pasado siglo- falta una parte de los rasgos fundamentales del presente: la globalización, el poder de las multinacionales y los megarricos, el aumento de la desigualdad, el papel decisivo de internet y las redes… Pero sí que da valiosas pinceladas sobre política e ideología.
La conjura contra América nos avisa de la fragilidad de la democracia, del peligro de que sea vaciada desde dentro, más aún en sistemas donde el presidente acumula mucho poder. La novela nos recuerda que no puede haber democracia sin contrapesos; que languidece cuando la población no la defiende activamente; que desaparece si se niega la ciudadanía a quienes piensan diferente; que el poder debe atenerse estrictamente a las reglas colectivas, tanto hacia el interior como en los intentos de regular las relaciones internacionales… Un buen resumen de todo lo que Trump querría volar por los aires.
Uno no sabe si leer nos hace mejores, ni más sabios. Aunque igual, mirando ejemplos como el de esta novela, la literatura podría habernos hecho más avisados.
No parece que tampoco sea así. Ha tomado cuerpo lo que a comienzos de siglo Philip Roth escribió como aviso a navegantes. No ha pasado tanto tiempo, pero, en aquellos momentos, que llegara a suceder algo semejante parecía una hipótesis descabellada, altamente improbable. Es pasmoso que ahora tengamos aquí lo que entonces leímos como meras especulaciones distópicas.
Conocemos los errores criminales del pasado y los peligros de su repetición en el presente. Lo malo es que no cabe explicarlos en un vídeo de tres segundos en tik-tok. Lo bueno, que lo que aún no está escrito es el futuro.
Muy interesante y oportuna recensión pues de nuevo se atisba «el peligro de que la democracia sea vaciada desde dentro». Gracias.
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[…] como una democracia burguesa convencional, estaría hogaño en el camino de diluirse en una dinámica autoritaria, liderada por la extrema derecha estadounidense y aplaudida por sus socios europeos y […]
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