
Ocurrió hace ya cierto tiempo, en la Avenida de las Universidades, el paseo frente al Museo Guggenheim de Bilbao, al otro lado de la ría. Alguien escribió sobre la base de una farola: This is not Spain.
No me llamó la atención, la verdad. Había leído ya muchas veces esa misma consigna en las paredes de nuestras calles, especialmente cuando se acerca el verano y se presume la llegada más abundante de turistas.
Volví a pasar por allí a los pocos días. La pintada había sido retocada. Añadiéndole una r y una t en los espacios adecuados, habían dado la vuelta a su significado, transformándola en This is north Spain.
Recorro a menudo ese paseo. Y cada vez que pasaba junto a la pintada, comprobaba que casi siempre presentaba alguna novedad. Autor y corrector, supongo, la sometían a continuos retoques. Uno se esforzaba en borrar la r y la t para recuperar el mensaje inicial. Otro resaltaba después esas mismas letras para hacerlas más visibles. O tachaba north y escribía encima not. O viceversa. Sumando tachón sobre tachón, la frase se iba volviendo cada vez más ininteligible. Un desastre comunicativo, vamos: la obstinación de los adversarios arrastraba al apagón de significados.
Hasta que, cada cierto tiempo, la brigada de limpieza del Ayuntamiento pintaba de nuevo de blanco la farola y la devolvía a su pureza original. Una tregua.
La paz, sin embargo, duraba poco. Nada hay más tentador que un lienzo en blanco, y la pintada reaparecía enseguida: This is not Spain. Y, a renglón seguido, la rectificación de costumbre: This is north Spain. Recomenzaba la batalla. El ciclo se repetía. Así una y otra vez.
Mirado sin prejuicios desde la geografía política, lo de This is north Spain no deja de ser una obviedad: la Comunidad Autónoma de Euskadi forma parte del Reino de España y está al norte del país. Así que, a día de hoy, reafirma un hecho evidente. Harina de otro costal son las intenciones del autor, porque, indirectamente, la frase implica también un deseo.
This is not Spain es la expresión de una reivindicación nacionalista. Si hubiera escrito I want this to not be Spain, o algo similar que reflejara su apuesta por que Esto no sea España, se ajustaría más a la realidad. Pero sería una fórmula débil. Lo que le da fuerza a la consigna es presentar un propósito de parte como hecho real. Además, desde su cosmovisión, está señalando algo que considera verdad: desde los albores de la historia, Euskalherria es una nación diferenciada; ha preservado la esencia de su ser a través de los siglos; la independencia supone alcanzar la plenitud que reclama su propia identidad.
La batalla de las pintadas acabó hace ya algún tiempo. De hecho, he tenido que tunear la fotografía que ilustra el artículo, os aviso.
Desconozco por qué pusieron fin a la contienda. Quizás se dieran por vencidos ante la implacable maquinaria de la brigada municipal de limpieza. Puede que fuera puro agotamiento. O tal vez, cuando han pasado ya once años desde que ETA dejara de matar y tres desde su disolución, el abandono del combate sea más bien debido a que la temperatura de lo nacional ha bajado aquí muchos grados.
En su momento, me sorprendió la tenacidad de los adversarios. Supongo que sería más bien por no dar su brazo a torcer que por el valor propagandístico de una pintada tan modesta.
También me llamó la atención que se pelearan por lengua interpuesta, lo que denota cierto grado de sofisticación. Igual está progresando la raza, me dije.
Pero lo que más me dio qué pensar, con diferencia, fue comprobar cómo sus gafas ideológicas –This is not Spain, This is north Spain- no les dejaban ver lo evidente: que Esto, lo que habían tenido tantas veces delante de sus narices y sobre lo que habían pintado y vuelto a pintar, es, en la prosaica realidad, una humilde farola del alumbrado público. Se puede comprobar en la foto.