
Leo en la prensa que TikTok está desplazando a Google como buscador de internet.
Que se jodan, pienso. Es lo primero que me viene a la cabeza. Ese monstruo multinacional que vive de recopilar todos los detalles de nuestras vidas para venderlos luego al mejor postor nunca ha despertado mi simpatía.
La alegría se desvanece en un suspiro. Solo me dura lo que tardo en leer la noticia completa. Resulta que elegir TikTok no supone ningún cambio en las políticas de privacidad ni en otras condiciones leoninas que nos imponen. Su éxito radica en ofrecer la información que se busca a través de vídeos muy breves. De ese modo, no estás obligado a leer ni una palabra y puedes aclarar tus dudas en pocos segundos. Serán dudas minúsculas, creo yo, porque en caso contrario…
Vale -me digo empeñado en ver el lado positivo de las cosas, como recomiendan los libros de autoayuda-. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. No hay que perder el tiempo en vano. La capacidad de síntesis es una destreza muy práctica. Estaremos aprendiendo el difícil arte de la concisión.
Pero mi optimismo no me deja demasiado tranquilo. Me corroe la sospecha de que el mundo se desliza hacia una guerra en blancos y negros, de que igual estamos dejando perderse toda la escala de grises, los matices infinitos, los pequeños detalles que pueden cambiar el sentido de las cosas. Es casi seguro que El Quijote no cabe en un tuit. ¿O sí?
Para redondear la faena, leo a renglón seguido una entrevista con Emmanuelle Charpentier, una microbióloga y bioquímica francesa que recibió el premio Nobel de Química hace un par de años:
La biología fundamental y la ciencia básica están en peligro. La ciencia (…) tiene tiempos largos y se trata de aislarse y trabajar muy duro. Hay que ser capaz de leer más de dos páginas seguidas. Ahora los estudiantes tienen problemas para concentrarse y trabajar largas horas.
Emmanuelle Charpentier dice muchas cosas más, pero me quedo con lo que encaja en mi inquietud del momento. ¿Necesitamos ya del constante estímulo del brillo de una pantalla? ¿Estamos perdiendo la capacidad de concentración? ¿Nos condena esa pérdida a la superficialidad y la bobería?
Bueno, me consuelo, que las generaciones maduras pongan a parir a las más jóvenes es una práctica común desde que el mundo es mundo. Emmanuelle Charpentier, a pesar de que en la foto no lo aparente, pasa ya de los cincuenta. Es un tópico llorar lo perdido y empecinarse en que el pasado fue mejor. ¡No será para tanto!
Ese anochecer, veo la puesta de sol desde un pueblo costero de una isla del Mediterráneo. El disco de fuego parece sumergirse en el mar. El reflejo de su luz en el agua aparenta levantar un anillo líquido que lo engulle. Las nubes se tiñen de distintos colores según la altura: las de más arriba, de un blanco intenso; las intermedias, de rojo y anaranjado; las inferiores presentan ya una tonalidad oscura que presagia la noche. Un espectáculo total.
Pero no. El espectáculo está a mi alrededor. Hay varias decenas de personas mirando, algunas en el muelle, otras sobre las rocas. Todas ellas, móvil en ristre, se afanan en atrapar el instante en fotos y vídeos. Ninguna mira a la realidad sin pasar por el filtro de la pantalla, nadie parece poseer la calma necesaria para disfrutar sin más del momento. Es un hormigueo de actividad: encuadres, enfoques, poses, órdenes -mejor aquí, sonríe, levanta los brazos-… Un continuo trajín para conseguir que la escena pase a la eternidad digital. Me pregunto cuántas veces volverán a ver las grabaciones esas gentes hiperactivas, y si la futura posibilidad de visualizarlas les compensa el haber renunciado al placer relajado del presente.
La vida se vive a través de las pantallas. Fuera de ellas, la realidad está agonizando. Lo que no está en internet no existe. Lo virtual es ya lo real y nosotros vamos incluidos en el lote. Es así, para bien o para mal.
Cualquier día de estos, alguna compañía nos ofrecerá la opción de resetearnos, de poner nuestro contador vital a cero con un simple clic. Y lo podremos repetir cada vez que lo deseemos. Volver a empezar de nuevo, dejar atrás los errores cometidos, recomenzar libres de las cargas del pasado. La vida como una continua sucesión de flashes. Me temo que la propuesta tendría un éxito arrollador, por más que la conciencia del propio yo y la memoria que nos une al ayer sean características esenciales de lo humano.
Pero ya está bien, sobran los lamentos, casi sin darme cuenta he completado dos páginas de escritura. En opinión de Emmanuelle Charpentier, dos páginas seguidas es una extensión de texto que una mayoría de jóvenes de hoy en día es incapaz de leer de un tirón.
Así que, si eres del puñado de héroes que ha conseguido llegar hasta aquí… ¡Háztelo mirar!
Tal vez seas una honrosa excepción, eso estaría muy bien. Pero igual lo que pasa es que dejaste de ser joven hace tiempo. ¡Porca miseria!
Efectivamente dejé de ser joven…
Pero la vida siempre se vive a través de un momento , una mirada, un sentimiento… Nada existe sin el filtro de donde o cuándo o cuánto… Todo pantallas…
Ojalá haya muchas pantallas… Yo quiero vivir más
Me gustaMe gusta