Por la ciudad inabarcable
caminas
buscando en mapas ocultos
el punto exacto,
el cierto límite,
la encrucijada en tu rumbo.
Y persistes -y perduras-
prendida
de
un
frágil
hilo,
de algún momento
que importe,
del aliento imprescindible.
Deseché
todos los mapas,
quizás los perdió la vida,
no acierto a dar con tus pasos,
aunque me roces la mano.
Excuso con mi torpeza
el vértigo de decirte
que jamás existirá
vacío tan frío y cruel
que no alcance a colmar
mi abrazo.