
Inteligencia artificial ha sido elegida palabra del año 2022 por la Fundéu, dada su importante presencia en los medios de comunicación durante estos últimos 12 meses.
La Fundéu -la Fundación del Español Urgente- viene a ser como una farmacia de guardia del castellano abierta las 24 horas. Toma el pulso al día a día del idioma y propone alternativas y fórmulas razonables de uso ante cualquier nuevo palabro que fabrique la espídica y mutante actualidad que nos envuelve.
Cabe suponer, por tanto, que contarán con los medios adecuados para verificar el incremento que ha tenido el uso del término inteligencia artificial a lo largo del año. Basta con leer la prensa, desde luego, para constatar que algunos de sus desarrollos han dado mucho que hablar en los últimos tiempos.
La inteligencia artificial lleva bastantes años en el candelero. La RAE, pese a su proverbial lentitud, ya incorporó en 1992 el término al diccionario, definiéndola como disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana, como el aprendizaje o el razonamiento lógico.
Que la inteligencia artificial ejecute operaciones comparables a las que realiza la mente humana supone que está invadiendo territorios que hasta ahora habíamos considerado exclusivamente nuestros: resuelve problemas, aprende, razona, analiza… Hasta se ha atrevido con las creaciones artísticas: dibuja, pinta, diseña, escribe… poesía, incluso. Como si las máquinas se hubieran hecho sensibles. En apariencia, al menos.
Así que la inteligencia artificial está poniendo en entredicho el propio concepto de lo humano. Amenaza nuestra singularidad. Nos ha salido una competidora que, para colmo, progresa rápidamente. Puede llegar a ser mejor que nosotros y -sobre todo- a tomar decisiones más razonables; lo que, bien mirado, tampoco parece tan difícil. Su propio desarrollo y muchas de sus aplicaciones plantean complejos problemas éticos. La realidad empieza a asemejarse a lo descrito por la ciencia ficción.
Stephen Hawking llegó a decir que la inteligencia artificial era una amenaza para la supervivencia de la humanidad. Luego, en una entrevista para la BBC en octubre de 2016, matizó sus palabras: creo que no hay una diferencia profunda entre lo que se puede lograr con un cerebro biológico y lo que se puede lograr con una computadora. Por lo tanto, se deduce que las computadoras pueden, en teoría, emular la inteligencia humana, y superarla. El surgimiento de la poderosa inteligencia artificial será lo mejor o lo peor que le haya pasado a la humanidad. Todavía no sabemos cuál.
Resulta que ese dilema entre lo mejor y lo peor está ya llamando a la puerta. Y que lo enfrentamos en un mundo en el que inmensos poderes siguen obrando a su completo antojo, guiados únicamente por su beneficio particular, aun en contra de los intereses generales. No contamos con los mínimos instrumentos de gobernanza global que marquen reglas sobre la inteligencia artificial, para impedir sus usos negativos y estimular los positivos. Otro asunto al que se presta mucha menos atención de la que merecería.
Lo que ni Stephen Hawking ni ningún otro cerebro privilegiado pudo prever es en qué iba a derivar el uso social de la inteligencia artificial. No somos amigos, al parecer, de perder el tiempo en profundos debates filosóficos, ni nos asaltan dudas éticas. Lo que nos motiva es tirar de chascarrillo y fabricar la anécdota más jugosa. El uso recreativo de los instrumentos de inteligencia artificial que están ya en el mercado se está poniendo de moda.
Uno de las creaciones que ha conseguido mayor eco mediático por estas tierras es la que recreaba las comunidades autónomas como si fueran villanos de película. La verdad es que las imágenes parecían sacadas de un mal cómic infantil y que a cada territorio solo se le conseguía identificar por algún símbolo de lo más tópico… Los resultados no eran brillantes, pero eso es lo de menos. Lo importante es el placer de muchos al ver a las comunidades autónomas personificadas con rasgos malvados y tenebrosos. Droga dura para fobias retorcidas.
El periódico El País, por su parte, sometió a ChatGPG -otro instrumento de inteligencia artificial- a un ejercicio real de Historia de las pruebas de acceso a la Universidad. El resultado fue que aprobó el examen por los pelos. Así que, una de dos: o no es tan listo como lo pintan, o las pruebas ponen el listón demasiado alto. ¡Para que luego nos vendan la moto del bajo nivel de exigencia educativa en este país!
Pero la palma en el uso recreativo de la inteligencia artificial se lo lleva Character.AI. Sus creadores nos aseguran que permite hablar con cualquier personaje histórico o de ficción. Nos lanzan el morboso anzuelo de escuchar qué perlas pone en boca de cualquiera de esos famosos personajes que conocemos a través de los libros. Un Sálvame de la historia, con la ventaja añadida de que los aludidos -sean difuntos o personajes ficticios- no van a tener ocasión de replicar y defenderse.
No es que yo esté en contra de la frivolidad. Puede ser, incluso, una forma muy seria de enfrentarse a la vida. Pero hay que distinguir planos y contextos.
En una conversación de barra de bar podemos jugar con Character.AI a lo que nos dé la gana. Igual hasta hacemos unas risas. Podemos preguntar a Cleopatra sobre las habilidades amatorias de Marco Antonio, o al oso que se cargó a Favila si disfrutó haciéndolo, o a Fernando II de Aragón por el olor de los sobacos de Isabel cuando esta no se mudaba de camisa… Vale. Cualquier cosa que se nos ocurra. Si nos divierte…
La Cadena Ser aprovechó Character.AI para adentrarse en aguas turbulentas. En la edición digital de El País se recogía una entrada de dicha emisora con el título: Una profesora de Historia del Arte le pregunta a Picasso por qué maltrataba a las mujeres… y esta es su respuesta.
Una broma es una broma. Conviene aceptarlas con deportividad. Pero con un mínimo rigor no se pueden confundir, en titulares de un periódico serio, las respuestas de Character.AI con las de Picasso. Ni con las de Cleopatra, Fernando el Católico o las del oso que mató a Favila.
A ver si aprendemos a utilizar la inteligencia artificial con un poquito de inteligencia natural.
Un cuento relacionado con el tema en este blog

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https://blogs.deia.eus/el-paseante/2023/01/21/el-chatgpt-y-flaubert/
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