
Se ha cumplido un año desde que el ejército ruso invadiera Ucrania.
Los ucranianos resisten, pagando para ello un altísimo precio en vidas humanas, en dolor, en destrucción… Decenas de miles de muertos, muchos de ellos civiles. Alrededor de 8 millones de exiliados. Ciudades y pueblos arrasados. Presuntos asesinatos masivos y crímenes de guerra que todavía no han sido juzgados. Cuarenta millones de personas con la existencia pendiente de un hilo. Cuarenta millones de vidas congeladas esperando que se cierre el infernal paréntesis para poder retomarlas. Sabiendo, además, que las ausencias las dejarán amputadas para siempre. ¿Alguien puede creer, acaso, que no desean la paz?
El pueblo ruso -una parte de él, en realidad- también lo ha pagado caro. El Pentágono habla de más de 100.000 soldados rusos muertos, números similares a los que da sobre los ucranianos. El paralelismo los hace más creíbles, aunque la fiabilidad de las cifras en estos casos…
En estos días, China acaba de presentar una propuesta de diálogo y negociación para poner fin a la guerra. Se ha especulado mucho sobre sus intenciones. Solo ellos las conocen. Así que lo más interesante me parece analizar su contenido. ¿Las bases que proponen son lo suficientemente sólidas y equilibradas? ¿Pueden lograr la aprobación de las partes? ¿Son útiles para el deseable objetivo de acortar la guerra?
Aunque la propuesta tiene doce apartados, la clave de la cuestión está, en mi opinión, en la interpretación que se haga de un solo punto: el que recoge la obligación de las partes de respetar la soberanía de todos los países, su independencia y su integridad territorial, un mandato básico del derecho internacional, el mismo -por cierto- que ha sido quebrantado por la invasión rusa.
Y abro aquí un paréntesis para repasar con unos brochazos los datos fundamentales del caso y poder calibrar el alcance de la propuesta china.
- Ucrania es un país legalmente independiente. Lo es desde 1991 a raíz del desmembramiento de la URSS. Fue reconocido por la Federación Rusa y la comunidad internacional. Albergaba en su territorio gran cantidad de cabezas nucleares. A cambio de renunciar a ellas, todas las partes que firmaron el Acuerdo de Budapest (1994), Rusia incluida, se comprometieron a respetar su soberanía e integridad territorial. Una independencia, por tanto, reconocida por partida doble.
- En 2014, sin embargo, Rusia se anexionó Crimea, rompiendo todos los acuerdos anteriores. Lo hizo por medio de un golpe blando y de un referéndum que me ahorro calificar.
- En ese mismo año de 2014 estalló la guerra en el Dombás entre las milicias pro-rusas y el gobierno de Kiev. Subrayar, como dato, que en esta región de la Ucrania oriental la población está muy dividida en lo tocante a sus sentimientos de pertenencia nacional.
- Hace un año, el objetivo del ejército ruso al invadir Ucrania parecía ser la toma de Kiev, la conquista del país entero. Ante la feroz resistencia que encontraron y la posterior contraofensiva ucraniana, limitaron sus pretensiones. En septiembre de 2022 Putin se anexiona las regiones ucranianas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporizhia, zonas ocupadas por sus tropas -total o parcialmente-. Las declara solemnemente parte de Rusia tras celebrar lo que llamaron referendums.
Cuando China habla de soberanía e integridad territorial no especifica a qué se refiere. Según la legalidad internacional, Ucrania es un país miembro de Naciones Unidas con un territorio reconocido de 603.628 km2, es decir, que incluye Crimea y el resto de regiones en conflicto. ¿A eso alude la propuesta china? ¿Se ajusta al derecho internacional? ¿Dónde colocan Crimea? ¿Y Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporizhia?
Porque, como el texto lo calla, caben caben todo tipo de interpretaciones, desde la reivindicación de la integridad territorial de Ucrania (leído desde el derecho internacional) al visto bueno a que Rusia se adueñe de los territorios conquistados (leído desde la visión del nacionalismo ruso, que los considera parte indivisible de su patria).
Además, aunque no aparezca en la propuesta -lo que, dicho sea de paso, es un agujero difícilmente explicable-, del reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial se desprendería automáticamente la obligación de todo ejército extranjero de retirarse de las tierras pertenecientes a otro país. Y resulta llamativo que ni se mencione la retirada rusa de los territorios ocupados.
Se me dirá que una propuesta debe tratar de contentar a las partes y que por ello es inevitable cierto grado de ambigüedad. Bien, pero nada puede acordarse desde la confusión y la oscuridad. Así que me parece necesario y exigible que China explique y concrete su propuesta. Porque no hay fórmulas milagrosas que esquiven los problemas de fondo. Al levantar la vista del papel, la realidad sigue ahí. Y el núcleo de este conflicto es material, territorial.
Considerar parte de Rusia a Crimea, Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporizhia, sería inaceptable para Ucrania. Que miles de personas hayan muerto tras la invasión lo hace todavía más inadmisible. Visto desde fuera -más aún desde una mirada antibelicista- supondría premiar una guerra de conquista, incentivando de ese modo políticas ferozmente agresivas. Otro pésimo precedente en la esfera internacional.
Y tampoco parece que el nacionalismo ruso esté dispuesto a renunciar a la ambición de reunificar en su gran nación todos los territorios en los que haya población de origen o habla rusa, o que considera suyos en su visión mítica. Putin, además, se ha convertido en el adalid de la sagrada causa de la patria y le podría costar la cabeza un fracaso que ha causado tantos muertos.
Es evidente que una rápida solución negociada evitaría enormes sufrimientos. Podemos llenarnos la boca de declaraciones rebosantes de buenas intenciones. Podemos seguir tronando contra la maldad de la guerra…
Vale, pero no parece sencillo deshacer el nudo de esta guerra. La política debe afrontar la realidad. ¿O acaso hay alguien capaz de convencer a Putin de que retire el ejército ruso a las posiciones anteriores al 24 de febrero de 2022?